SALUDA DIRECTOR ESPIRITUAL 2022


ORAR EN SEMANA SANTA



Leemos en el Evangelio que Jesús habló a sus discípulos, camino de Jerusalén, y les anunció su Pasión y su Cruz. Ellos no aceptaban las palabras que escuchaban del Señor. Pedro le dice: ¡Jamás ocurrirá eso!

Días después, el Señor "tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de un blanco deslumbrante... y se oyó un voz que decía: "Ese es mi Hijo amado: escuchadlo". (Lc9, 28-35).

Jesús, con esta manifestación de su divinidad quería fortalecer la fe de sus discípulos ante las pruebas que se acercaban.

También a nosotros, como a los apóstoles, nos cuesta aceptar el camino de la Cruz. Nos cuesta identificarnos con los pensamientos de Dios. Querríamos huir del dolor y del sufrimiento. Jesús lo sabe y por eso nos pide que le acompañemos al monte Tabor.

Aquí, en el monte Tabor, en el momento de la transfiguración, Dios consuela a Jesús y le da paz para afrontar la pasión. Tanta paz que incluso los apóstoles que lo acompañan la sienten, la perciben, se quieren quedar allí, no quieren volver a su vida cotidiana llena de inquietudes, miedos, prisas, trabajos. Nosotros hubiéramos reaccionado igual.

Cuando estos días de Semana Santa nos acerquemos a la Cruz, cuando veamos a Cristo como lo describió el profeta Isaías, "sin forma ni hermosura que atraiga nuestras miradas, despreciado, desechado por todos, abrumado de dolores, como alguien ante quien se aparta el rostro", entonces es bueno que recordemos el momento de la Transfiguración y revivamos la certeza de su resurrección y de la nuestra. Entonces, la contemplación de la cruz no será motivo de escándalo, sino semilla de paz. Sentiremos la misma paz que sintieron los apóstoles el día de la transfiguración.

La liturgia de la Semana Santa nos hace revivir todas las escenas de la pasión de Jesús. La participación en los Oficios, la atención en las oraciones litúrgicas; el recogimiento del corazón, la contemplación devota, la visita al Monumento, van a ser, en estos días, nuestro descanso, nuestro monte Tabor.

Allí, cuando las tinieblas del mundo nos muestren un Cristo suficiente, un Cristo con la Cruz a cuestas camino del Calvario, derrotado y muerto, la luz de Dios nos hará ver un Cristo resucitado y resplandeciente. Cuando las tribulaciones de la vida nos hagan perder la fe, Dios nos va a consolar con la esperanza de la resurrección.

Que esta Semana Santa, queridos Hermanos y Hermanas del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, sea un tiempo de escucha y meditación atenta, porque, aunque estemos confundidos, o no entendamos, o nos falten las fuerzas, sabemos que sólo en tu Cruz, Señor, el yugo se hace suave y la carga ligera.

                                                      Rafael Corraliza Ferrera