Stmo. Cristo de la Buena Muerte
La Hermandad cuenta con una talla del Cristo de la Buena Muerte, propiedad
de la Iglesia Conventual de San Antonio. Está ubicada en una capilla dentro de
la iglesia, para protegerla de todo tipo de adversidades. Según algunos restauradores,
podríamos decir que data del siglo XVIII. No se tiene constancia de su autor,
pero, estudiando sus detalles y según expertos, se le podría atribuir al
“círculo artístico de Jerónimo de Valencia”.
Se trata de un Cristo muerto, con la cabeza inclinada hacia su derecha,
clavado en una cruz, y con diferentes llagas; de gran valor artístico. Transmite una gran paz y serenidad y es muy
venerado por todos los feligreses.
La imagen está
compuesta por cinco piezas y un sudario. El material utilizado es
principalmente pasta de papel y cola animal. Tiene una gran variedad de
colorido en óleo bruñido. Sus medidas son de
1,50 mts. de alto por 1,10 mts. de brazo a brazo.
La talla ha
sufrido varias restauraciones, siendo la última y más cercana en el año 1990, a
cargo de Luis Peña Maldonado y Fernanda Zapata Castillo, vecinos de la
localidad pacense de Llerena. Parece ser que la imagen ha sido restaurada
anteriormente, aunque no existe documentación al respecto.
El motivo de
su última restauración ha sido el gran deterioro causado por el paso del
tiempo, calcinaciones motivadas por el calor de las velas, resquebrajaduras,
repintes, desprendimientos, etc. La restauración duró dos meses.
El Cristo se
encuentra afianzado sobre una cruz de sección circular tallada. Los remates de
las puntas están dorados con oro de 22 quilates, y posee una cartela situada en
la parte superior de la cruz con la inscripción de “Jesús Nazareno Rey de los
Judíos” en diferentes lenguas (hebreo, griego y latín).
Sobre la
cabeza del Cristo se apoyan una corona de espinas y tres potencias de plata con
la inscripción “J H S”, sustituyendo a las anteriores potencias, con dibujo de
una estrella de ocho puntas, desaparecidas en el año 1992.
Por último,
destacar como curiosidad, la posibilidad de observar en el estomago del Cristo
su propio rostro.